lunes, octubre 20, 2014

EL HONOR NIPON

Llevo meses (por no decir años) leyendo declaraciones, o a veces viéndolas en televisión, por parte de funcionarios del gobierno de turno (y vaya si ha sido largo este “turno”) que de una u otra forma, me llevan a escribir este artículo.
Cualquier persona que haya leído mis artículos sabe que por años estuve bastante ligado a la cultura japonesa, por motivos de trabajo. Y de alguna manera, su forma de pensar, de razonar, de actuar, es algo que en muchos casos, se me hace fácil de predecir y de comprender.

Dejando a un lado los puntos negativos (los cuales obviamente tienen), me parece que la cultura, la forma de ser del japonés, es lo que los hace tan eficientes, tan “de avanzada” y sin lugar a dudas, tan de primer mundo. Casos como el del famoso terremoto/Tsunami que destruyó la planta nuclear de Fukushima, hace unos años atrás, sacan a relucir la grandeza de ese noble pueblo. Bastaba ver el orden, la calma y la decencia con que la gente (hombres, mujeres, niños y ancianos, sin distinción ni preferencia) hacia largas colas para recibir insumos (agua, comida, baterías para las linternas, papel sanitario, medicinas, etc.). 

Allí no había alboroto ni desorden, buhoneros, bachaqueros gritando, ni mucho menos gente coleándose. Y vaya que eso SI era una real y legítima TRAGEDIA. Quizás las experiencias pasadas de esa gente (léase guerras, terremotos, inviernos) las enseñaron a ser así, quien sabe.  

Una de las cosas que más llamó mi atención (y creo que de hecho ya lo mencioné en otro artículo) fue que a raíz del Tsunami, se destruyó un trayecto de una  autopista, de tamaño equivalente a nuestra gloriosa ARC (Autopista Regional del Centro), en el tramo Caracas-Valencia (unos 150 kms), y esa gente la construyó de nuevo en …….UNA SEMANA, si, leyeron bien, una Caracas-Valencia, se hizo en una semana. Claro, me imagino que los japoneses no deben tener problemas ni con la cabilla, ni con el cemento, ni con el asfalto, ni con la electricidad, ni con el sindicato, etc. etc. etc.

El relato que quiero compartir es el de un documental sobre los astilleros japoneses, si no me equivoco por allá en los años 40, en el cual estaban por echar al agua un gigantesco buque. Si bien por un lado estaba la prensa, los medios, el público entusiasmado, toda la parafernalia pues que conlleva un evento de esa magnitud, había un personaje (el responsable del proyecto) quien en todo momento, se mantuvo bajo perfil, y siempre tenía consigo una pequeña daga (me disculpan los expertos en cultura japonesa) que asemejaba a un sable, pero en miniatura.

Una vez que el buque estaba en el agua, y todo había salido a la perfección, alguien le preguntó al señor, el motivo de aquel sable. A lo que él respondió: “De haber salido mal la puesta en el agua del buque, yo no habría podido soportar la deshonra, y mi única alternativa hubiera sido clavármela y matarme.” Muerte antes del deshonor. Muerte antes de no cumplir con lo prometido, con lo que esperaban de él.
La razón por la cual este relato me vino a la mente, y decidí escribir estas líneas, fueron unas declaraciones del “Ministro” Rodríguez Torres, en donde aseguraba que el secuestro en Venezuela, se había reducido prácticamente a cero.

Inmediatamente comenzaron a venir a mi mente declaraciones similares: “Pulverizaremos el dólar paralelo”, “Resolveré la crisis eléctrica en menos de 100 días”, “No habrá devaluación”, y así cientos de declaraciones, que si hubieran sido hechas por funcionarios japoneses, aquí lo que habría es un mar de sangre de tantos Harakiri. Con que facilidad se promete, se ofrece, se engaña para después no cumplir. Que poco vale la palabra en estos días. Tal vez por esa carencia de valores, estamos como estamos.

Una vez mi abuelo (hombre sabio) me contaba que en tiempos muy lejanos, no se estilaba firmar contratos ni nada por el estilo. Simplemente un firme apretón de manos, y mirando a los ojos de la persona, decir :”Te doy mi palabra” era más que suficiente. Ahora ni con contratos, firmas, declaraciones televisadas  y difundidas a lo largo y ancho del mundo, gracias a las llamadas redes sociales, se mantiene una palabra. ¡¡¡Que dirían nuestros hermanos Nipones!!!! Sayonara.






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