PERSPECTIVAS
Siempre me ha parecido fascinante como una misma realidad puede ser percibida de maneras tan distintas, según la persona que la experimente.
En días recientes tuve un gratísimo encuentro con un buen amigo, quien se fue del país con destino a USA hace unos 10 años. Y fue bien interesante contrastar la visión del país que él traía, la cual estaba formada en parte por su experiencia durante los años previos a su partida, pero en gran medida, formada por la “percepción” que tiene él (al igual que miles de venezolanos en el exterior) proveniente de los medios: televisión, internet, prensa escrita, etc.
Lo primero que me llamó la atención fue que me dijo: “¡¡La cosa no es tan mala aquí como la pintan afuera!! Yo pensé que habría que andar con guardaespaldas, carros blindados, sin usar celular ni nada.”
Bueno, aquí entran en juego diversos factores: como en toda sociedad, o para tal fin, en toda CIUDAD, existen zonas que se pueden considerar seguras, y zonas peligrosas. El punto es que en nuestra capital, la noción de “zona segura” prácticamente ha desaparecido. Ciertamente los lugares que mi amigo visitó durante su breve visita, eran sitios que podríamos llamar “turísticos”, léase centros comerciales, El Hatillo, etc. además de algunas casas de amigos, ubicadas en zonas de los llamados estratos “altos”.
En tales circunstancias, es difícil percibir que “la cosa está mal”. Si bien tal vez no estamos al nivel de un país en guerra (al menos no oficialmente, porque si analizamos las cifras de muertos, se podría afirmar sin lugar a dudas que sí) también es cierto que hay que vivir más de una realidad para poderse formar un criterio del estado real de las cosas.
Y cuando me refiero a la inseguridad, no me refiero solo al tipo de inseguridad “tradicional” que se trata de ser asaltado y muerto por robarle a uno el carro, o el celular. Me refiero un tipo de inseguridad “paralela” que existe en nuestra ciudad, y que es igualmente peligrosa: el peligro de ser arrollado por un carro, porque nos tuvimos que meter a la calle para poder caminar, debido a que nuestras aceras son intransitables. El riesgo de que un pedazo de metal se desprenda de un elevado (tal y como lo vi en días recientes en Los Ruices) y lo degolle a uno cuando menos se lo espera. O la altísima probabilidad de ser atropellado por una moto que viene circulando por la acera. Que el metro se descarrile y choque, que una alcantarilla se lo trague a uno etc. etc.
En una ciudad anárquica, la catástrofe puede estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo no quiero desviarme del tema principal, que son las perspectivas. Mi amigo me comentaba que él ha visitado diversos países latinoamericanos y ha visto que no estamos tan mal.
Yo he tenido la oportunidad de viajar por varios países del mundo, y a muchas ciudades de nuestro país también, y siempre me llama la atención que lo que para nosotros es un problema “moderado” en otros sitios se considere una barbaridad. Caso en cuestión: el tráfico. En reciente visita a Maracaibo, el taxi que me transportaba me decía :”¡¡¡Es que ya el trafico aquí es insoportable, mire esta tremenda cola en la que estamos!!!” y la supuesta “cola” era lo que aquí en Caracas podríamos considerar una “mantequilla” ….
En la ciudad de Mérida, hace unos dos años, la gente se quejaba de que hacía falta presencia policial, de que ya la ciudad se estaba volviendo peligrosa, y más con el tema de los apagones. Pues déjenme decirles que yo caminé unas 4 ó 5 cuadras en Mérida, en medio de un apagón, a las 9 de la noche, y vi no menos de 5 policías….algunos en patrulla, otros en bicicleta. Aquí en Caracas en el municipio Libertador (donde vivo) es realmente una rareza ver una patrulla, o un funcionario policial, y menos de noche.
Paradójicamente, en el municipio Chacao de Caracas (el cual considero el más seguro) la presencia policial es elevada, se ven muchísimos. Y sin embargo, una buena amiga fue asaltada (le arrebataron su celular y casi su cartera, previo forcejeo) a plena luz del día, a la 1 de la tarde, frente a un afamado centro comercial del sector.
Cuando conocí la ciudad de Lima (Perú) hace unos 3 años, me quedé maravillado por el nivel de limpieza de sus calles, el buen estado de la vialidad y la presencia de funcionarios en las calles. Sin embargo algunos residentes de allá, me decían que las cosas no estaban muy bien…
Tal vez sea una apreciación simplista, pero siempre he defendido la tesis de que se puede decir mucho, muchísimo acerca de una ciudad, con tan solo observar tres cosas: su tráfico, la limpieza de sus calles, y el estado de las vías. En mi opinión eso dice mucho de una ciudad porque las dos primeras (trafico y limpieza de las calles) nos hablan del civismo de sus habitantes, y la tercera (el estado de las vías) nos habla del nivel de compromiso o de responsabilidad del gobierno para con su gente.
Este buen amigo que vino de USA en días pasados, me decía: “Las cosas en USA no son tan buenas como ustedes creen. No estamos muy lejos de parecernos a Venezuela. En la urbanización donde yo vivo, han roto varias veces los vidrios a los carros para robarles el reproductor…”. Bueno, ojalá aquí en Venezuela el problema fuera de vidrios rotos, o de reproductores robados….
Gracias a Dios no pierdo las esperanzas de que las cosas pueden mejorar, pueden cambiar, porque he visto ejemplos de que si se puede. Mayormente en el interior del país, hay ciudades, pueblos, donde la vida es vida: existe tráfico, pero solo en las llamadas “horas pico”, la inseguridad ni se acerca a lo que vivimos en Caracas…donde la gente aun se reúne en las entradas de sus casas a echar cuentos, ver el atardecer y beberse unas frías, en compañía de la familia y buenos amigos. Mientras eso siga pasando, hay esperanza, créanlo…